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Un sufrimiento en el anonimato

Foto del escritor: Paula Gantiva Paula Gantiva

Actualizado: 2 ago 2022

Ella era una buena madre, era una buena mujer, era una profesional...Ella era solo

una niña.

Ella era...todo lo que una mujer era o todo lo que una niña pudo llegar a ser, quedó enterrado por manos criminales con mentes diabólicas.

Rosa Elvira Cely, Natalia Ponce de León y Juliana Sambony son únicamente algunos de los casos más representativos de violencia contra la mujer en nuestro país. Toda la crueldad, toda la maldad, toda la barbaridad posible fue puesta sobre ellas por manos de unos seres a los que no se les podría llamar hombres.


Pero estos son unos pocos casos, el mundo está lleno de mujeres atacadas, quemadas, violadas, o muertas. Son millones de mujeres las que aún están atrapadas en situaciones de violencia doméstica, víctimas de alguien que algún día prometió amarlas y hasta protegerlas.


Era el 8 de marzo, fecha en que se celebra internacionalmente el día de la mujer, ella se arregló mucho más que de costumbre, tenía razones para celebrar. Se sentía hermosa y lo era, hasta que llegó a la esquina de su casa, donde la esperaban dos hombres que la envolvieron en una manta y le rociaron ácido hasta que quedó en la mitad de la calle con toda su piel literalmente derritiéndose y desprendiéndose de si misma, frente a los ojos incrédulos de los transeúntes.


Los que intentaron ayudarla cuentan como sus manos se hundían entre la carne de ella, causándole heridas aun más profundas. Ella solo pudo ver dos rostros malévolos que reían y mordían sus labios mientras le tiraban algo encima, despues, ya no pudo recordar nada más.

Un auto parqueado a pocos metros del lugar, resguardaba a su ex esposo, quien contemplaba excitado como perpetraban el espantoso ataque que él mismo había planeado contra la mujer que le dio tres hijos y a quien tiempo atrás le juraba amor eterno. Sus palabras cuando ella decidió separarse de él fueron: si no eres para mí, no serás para nadie.


La camilla de la ambulancia, las sillas, los instrumentos, todo cuanto tocaba su piel, se deshacía. Ella llegó al hospital casi muerta, pero aún no lo estaba. Así que en tres ocasiones ese hombre estuvo allí, tratando de terminar su trabajo. Era la sexta vez que lo intentaba, si, esta era la sexta vez. La primera fue disparando contra la casa donde vivían, ella y los tres hijos de él. La segunda quemando el camión de su hermano en donde ella había llegado solo minutos antes y la tercera tratando de regar un galón de gasolina en ella y prenderle fuego en una plaza pública, despues de esto la cuarta y la quinta solo fueron fallidos intentos.

 

El maldito perdió, ella está viva.



Sin nariz, sin labios, con su cuello pegado a su cara, con solo una pequeña parte de sus orejas, con los dedos de sus manos pegados entre si, con injertos de piel de sus propias piernas para reconstruir su pecho y sin poder ver, pero cantamos la victoria de una MUJER FUERTE, por el gran hecho de que está viva.



Porque la mujer es tan hermosa como frágil y tan frágil como fuerte.


Esta flor está pensada, creada, basada y hecha tal como somos. Una delicada y hermosa apariencia, unos preciosos detalles que la hacen inconfundible, un brillo interior que la hace radiante, una base más fuerte que sostiene sus pétalos, unos pétalos en lentejuelas que la hacen ver tierna pero en su interior están armados con el aluminio que las hace resistentes y perdurables.


Cada flor recuerda la belleza, la fragilidad y la fuerza de una mujer, cada flor representa una mujer víctima de violencia en el mundo como un homenaje y una manera de inmortalizarlas.



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